Mayi y yo nacimos y crecimos en Montería, nos conocimos en la iglesia Cristiana local a la que yo pertenecía desde los nueve años de edad. A la cual Mayi llegó a los diecisiete años, cuando el Señor la sanó de una enfermedad en la piel. Desde mis primeros años yo serví al Señor de tal forma que me destaqué como líder juvenil en esa iglesia local.
El 25 de diciembre de 1979 nos casamos y continuamos sirviendo en el ministerio juvenil. Sentimos la necesidad de ayudar a parejas jóvenes en su noviazgo y aún recién casadas como nosotros, de orientarlos, de brindarles nuestra amistad. Conocimos a una pareja de misioneros Norteamericana Esteban y Robbin Grames quienes nos invitaron a participar en una capacitación para parejas llamada "Familia en crisis", ya que ellos habían visto el deseo que fluía desde nuestro corazón de ayudar y ministrar a otras parejas. Para la capacitación se inscribieron aproximadamente 15 parejas y se fueron retirando hasta el punto que sólo nosotros nos graduamos; ellos al ver la perseverancia y constancia de nosotros, nos regalaron todo el material incluyendo los videos y nos dieron permiso para dictarlo, a partir de allí comenzó nuestro ministerio con parejas.
Pasados seis meses comenzamos con los grupos de parejas en nuestra casa, terminábamos un grupo y comenzábamos otro, de tal manera que el número de parejas capacitadas con este material fue aumentando, fue un tiempo maravilloso, habían parejas de diferentes edades, algunos mucho mayores que nosotros, pero igual la integración era hermosa, los paseos en familia eran disfrutados por los hijos de las parejas, de tal forma que se creó un ambiente de hermandad y de familia entre todas las parejas, y nuestros hijos se levantaron en ese ambiente, amando el trabajo hacia las familias. Este desarrollo ministerial fue notorio a los directivos de la denominación, los cuales tuvieron a bien enviarnos a pastorear una iglesia que se iniciaba al sur de la ciudad.
Cuando llegamos a pastorear esta iglesia nuestros hijos tenían 7, 4 y 3 años respectivamente, fue un tiempo de mucho aprendizaje ministerial, administrativo, familiar, entre otros. Tuvimos la oportunidad de administrar la iglesia con un modelo diferente el cual llamamos equipo de parejas pastorales, las cuales lideraban los diferentes ministerios de la iglesia. Esto por nuestro deseo que fuera la pareja unida quien sirviera al Señor en el ministerio, los resultados fueron muy positivos y esto se reflejó en el desarrollo y crecimiento de la iglesia.
En septiembre de 1997 fuimos invitados a la ciudad de Medellín para recibir una capacitación intensiva con el Ministerio Internacional para Matrimonios, quedamos fascinados con este ministerio, el cual prendió nuestro corazón ya que en nosotros ardía fuego por la restauración de las familias, de tal modo que al regresar a nuestra ciudad, le informamos a la iglesia y a la denominación que 1998 sería nuestro ultimo año en la iglesia local, debido a que entendimos claramente, de parte de Dios, que nuestro llamado era trabajar con las familias para su restauración. Y este ministerio cuenta con las herramientas precisas para desarrollar este trabajo.
A finales del año 1998, fuimos despedidos de una manera digna, honrosa, y algunas personas no entendían, si estábamos haciendo un buen trabajo y con grandes resultados en esa iglesia por qué habíamos tomado la decisión de salir, pero nosotros sí estábamos seguros qué Dios nos estaba llamando.
Regresamos a la iglesia madre que nos había enviado a pastorear, y donde habíamos servido como líderes juveniles años atrás, y donde iniciamos el trabajo con parejas, en el proceso en que Dios nos estaba preparando para la gran obra que nos esperaba, tuvimos la oportunidad de servir como Pastores Juveniles, colaborándole al pastor principal por espacio de dos años, fue una experiencia ardua en la que comprendimos más adelante, que Dios estaba moldeando nuestro carácter, fuimos circuncidados en nuestros corazones.
Paralelamente con el ministerio juvenil, empezamos a trabajar con los grupos de parejas del Ministerio Internacional para Matrimonios, ahí sí vimos excelentes resultados, el trabajo creció rápidamente, fueron tres años de colocar fundamento y no entendíamos cómo Dios nos movía y empujaba a que iniciáramos la iglesia con una estructura de familia.
Ya, con ese ardiente deseo en mi corazón, sintiendo que era el tiempo de Dios, decidí reunir en mi casa a tres parejas a quienes compartí la visión de fundar una iglesia restauradora de familia, la cual ya había compartido días atrás con mi esposa y mis hijos.
Esta decisión se la manifestamos a los directivos de la denominación, los cuales al principio no entendieron pero más tarde dieron la aprobación para que se fundara la nueva iglesia. Así que el domingo 21 de julio de 2002, en la iglesia madre, nos bendijeron, impusieron manos y nos despidieron, gracias a Dios pudimos salir en bendición de esta iglesia.
Exactamente así se empezó las Bienaventuranzas: durante la siguiente semana, se repartieron volantes de invitación por todo el sector donde estaría ubicada Las Bienaventuranzas, y el sábado 27 de julio fue nuestro ¡Gran Día!, el día esperado por todos, todo estaba preparado, tanto la pareja pastoral como el grupo de apoyo lucíamos relucientes promediamos que la asistencia pudo ser de unas 300 personas, compartí una palabra profética esa noche, todos fuimos quebrantados, al escuchar cosas como:
- Dos celebraciones dominicales para dentro de un año.
- Que todo lo que habíamos prestado para la inauguración esa noche, el Señor nos lo daría propio.
- Que nos extenderíamos en territorio, entre otros.
Al día siguiente tuvimos nuestra primera reunión dominical, con una asistencia de 58 adultos, 16 jóvenes y 20 niños, a partir de ahí se inició en Montería Las Bienaventuranzas, Comunidad Apostólica, cuyo eje principal de trabajo es la restauración de las familias, llevar educación y formación a través de una labor comunitaria e integral de los diferentes ministerios, para formar familias con estilo de vida que honre a Dios, con identidad y sujetos en obediencia; en unidad, comprometidos en la construcción del Reino de Dios; proyectados en una iglesia creciente.
En las Bienaventuranzas Comunidad Apostólica vemos:
A Jesús como la cabeza y por eso le adoramos (Col. 1:18- 1ª Cor. 14:25)
Cómo nos edificamos y nos extendemos con la visión 20-20 (Hech. 20:20)
La iglesia como un lugar de refugio (Deum. 19:1-3; Hech.2:43-47)
Una iglesia victoriosa (Marcos 16:17-18)
Cómo el discipulado forma a nuevos discipuladores.
La proyección social como un testimonio de fe
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